miércoles, 20 de octubre de 2010

» Renglones torcidos (música afiliada)


Los sonidos del día a día no te aportan ya nada nuevo, sólo son un insulso testimonio que tus oídos están obligados a escuchar; pero qué desgracia sería no poder aguantarlos. Un coche que se irá al traste de aquí a dos kilómetros, el estruendo de una moto al acelerar, las quejas de una niña a su madre y de esa madre a su amiga, la risa estridente de un viejo tritón, el llanto ahogado del payaso de al lado.... todo apunta a que ni brisa queda en este mundo. Y aunque todavía la hubiera, nadie acertaría a observar el efecto que ésta ejerce sobre los folios reciclados de aquella escritora con abrigo rojo o de aquel poeta ensimismado. Quién sabe qué saldría de mezclar todas sus ideas en el suelo de una avenida, fruto del infortunio provocado por un viento que no se siente ni suena.


La gente nunca se para a pensar en eso.


Qué vacío está todo, qué carente de sentido y sensibilidad ahora que la luz del mundo no se deja ver tras el aliento de los vehículos. Por esto debe existir la imaginación. No se escuchan gaviotas, no se escucha el mar, no se escucha una risa dulce ni tampoco unos tacones resonando sobre un suelo de madera. Sólo un acordeón que nadie salvo tú percibe y una voz cubriéndole las espaldas. Ahora todos parecen mimos.



2 comentarios:

Julio. dijo...

Cerrar el circulo de esta obsesión... no no, asumir que rendirse no es una opcion... no no.

Anónimo dijo...

Son dinámicas que todos dan por hecho, el hecho de que durante la semana tienen que ir con prisa y mirando su muñeca persiguiendo al tiempo. Para luego llegar el viernes y buscar una sonrisa. Vivimos en microestaciones.