Maldita sea la puerta del armario de mis malos recuerdos, que no cierra de atestados que están sus estantes. Empujan fieros desde dentro, y compruebo en el peor de los momentos que no tengo fuerzas suficientes para vencerlos. Discutimos con la puerta de por medio, les grito, lucho contra ellos, me agarran de la muñeca, lloro de ansiedad, y finalmente los dejo aislados con un empujón decisivo. Ahí dentro se hace la oscuridad, matriz ahora de la conspiración contra mi sonrisa. Se revuelven, se rebelan, se escuchan golpes como truenos. Los encierro con llave y hago lo mismo con la puerta de la habitación donde la cómoda se haya, pero mientras duermo se liberan, invaden mi casa y la violan por dentro.
Los buenos, sin embargo, reposan en el cajón de los calcetines. Son más maleables y caben en una maleta que siempre llevo conmigo y que espero no olvidar cualquier día en la estación.
1 comentarios:
y al fin y al cabo, eres tu con tus atragantadas circunstancias, no todo esta hecho para asimilarlo, sino para saber que esta ahi y que no queremos volver a tocarlo...
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