lunes, 29 de marzo de 2010

» Mentirosa


Debería llorar cuando tengo ganas, pero no siempre puedo. Hay gente a la que no le gusta que lo haga porque les causa tristeza; gente que se inquieta al ver mis lagrimas porque no entienden qué las causa; gente que se extraña porque nunca me ha visto llorar. Si no liberas las lágrimas en su momento, el llanto se va ahogando poco a poco, formando un cúmulo de emociones reprimidas que van a parar al pecho. Y cuando has guardado demasiadas lagrimas, demasiado llantos histéricos en los que, simplemente, te has secado los ojos y puesto una sonrisa en tu rostro, sientes un dolor, un dolor punzante que no te deja hinchar del todo tus pulmones. Es la ansiedad. Ésa esta amarrada a conciencia en algún lugar de tu pecho, encima de tu corazón, y por mucho que llores intentando liberarla, ya no se apaga, porque son lágrimas adrede, sin sinceridad, sin sentimiento. Debí haberlas liberado en su momento; ahora duele.

viernes, 26 de marzo de 2010

» Sombrero de copa





[ Hallábanse sentados
el uno junto al otro,
observando la ciudad.

Ella apoyada sobre el hombro de él
él pensando en otra mujer. ]

domingo, 7 de marzo de 2010

» Limón y sal


"Estoy tan falta de amor que terminare arrojándome a los brazos del primer idiota que bese mis zapatos. Empiezo a pensar que no me merezco nada mejor, que no soy digna de un hombre que realmente me quiera más allá de las palabras. Que sólo puedo aspirar a uno de esos babosos que me repugnan y cuyo contacto me resulta detestable y sucio. Con el tiempo, los hombres han terminado produciéndome náuseas y las mujeres, dolor. Me encuentro tan sola que ya sólo me realiza como persona el hecho de plasmar mis cenizas en el papel. Realmente, me encantaría la idea de poder ser escritora y vivir del cuento."

sábado, 6 de marzo de 2010

» Palabras de Alfred Nyman


"Me parece una pérdida de tiempo eso de intentar hacer amistades. De todas formas, a la hora de la verdad estarás tan sólo como el que más. Si en los malos momentos, giras la cabeza y contemplas un espacio vació allí donde se encontraban los que antes decían quererte, es que siempre has estado solo.

Fuimos pues un par vagabundos que cayeron en una espiral de reproches mutuos, sin llegar nunca a decírnoslos a la cara."

jueves, 4 de marzo de 2010

» La elegancia del erizo


Siempre me preguntas en qué pienso cuando te fijas en que estoy ausente, observando el vacío y tal vez sonriendo, como si no alcanzara a ver la cantidad de penurias de la cloaca en la que me hallo. Pero no siempre miro al vacío, a veces observo un punto en concreto, un punto que quizá a otros les haya pasado inadvertido. Hoy me alegra poder observar el cielo estando a tu lado, aunque en realidad no estés y ni siquiera seas. Me miras, y sin mirarte, se que me estas mirando. Frunces el ceño en ese gesto de incomprensión que siempre me hace sonreír cuando lo veo. Observo las nubes, y aunque sea obvio, tú me preguntas que miro, porque se te había olvidado que estaban allí, pero no a mí. No se porque a la gente se le asemejan al algodón, a mi me recuerdan mas a la azúcar. Dulces. Quizá sean la fusión de ambas ideas y el cielo este plagado de algodones de azúcar. De esos que nos recuerdan a las ferias de nuestra niñez; a la calidez de una mano que sujeta la tuya, y es la de tu madre; al albedrío de sonidos y voces que aciertas a oír; a la cantidad de siluetas de piernas largas que van de un lado a otro, y a los muchos zapatos que puedes llegar a contar. Quizá solo mi mente tergiversa tanto la visión de una nube, esas que no recordabas que seguían allí. Será que soy una soñadora que vierte su sangre en el papel con apariencia de tinta roja. Que atrapa las ideas como mariposas en el aire y las colecciona. Que no sabe escribir entre líneas porque para ella no hay espacio para los huecos vacíos.

Será eso, quizá viva en el Sueño.

lunes, 1 de marzo de 2010

» La hora de merendar


Sé lo que es la vida porque la he visto, no porque la haya sentido. Soy un duende, ¿recuerdas? Un narrador omnisciente que colecciona las sonrisas, que las toma prestadas, las derrite y las hace caramelo; suelo colocarlas en una bandeja, para luego, a la hora de merendar, servirlas de acompañamiento junto con el té.

Un buen duende como yo también es amante de las miradas, y con ellas hago el té que estás tomando; capto su esencia y la meto en sobrecitos que luego tiñen de sabor la blancura de la leche. Es por eso que tengo tantas clases de té: menta, almendras, chocolate, miel… Espero que no te hayas olvidado añadirle dos terrones de azúcar, porque están hechos de besos en la mejilla.