Siempre me preguntas en qué pienso cuando te fijas en que estoy ausente, observando el vacío y tal vez sonriendo, como si no alcanzara a ver la cantidad de penurias de la cloaca en la que me hallo. Pero no siempre miro al vacío, a veces observo un punto en concreto, un punto que quizá a otros les haya pasado inadvertido. Hoy me alegra poder observar el cielo estando a tu lado, aunque en realidad no estés y ni siquiera seas. Me miras, y sin mirarte, se que me estas mirando. Frunces el ceño en ese gesto de incomprensión que siempre me hace sonreír cuando lo veo. Observo las nubes, y aunque sea obvio, tú me preguntas que miro, porque se te había olvidado que estaban allí, pero no a mí. No se porque a la gente se le asemejan al algodón, a mi me recuerdan mas a la azúcar. Dulces. Quizá sean la fusión de ambas ideas y el cielo este plagado de algodones de azúcar. De esos que nos recuerdan a las ferias de nuestra niñez; a la calidez de una mano que sujeta la tuya, y es la de tu madre; al albedrío de sonidos y voces que aciertas a oír; a la cantidad de siluetas de piernas largas que van de un lado a otro, y a los muchos zapatos que puedes llegar a contar. Quizá solo mi mente tergiversa tanto la visión de una nube, esas que no recordabas que seguían allí. Será que soy una soñadora que vierte su sangre en el papel con apariencia de tinta roja. Que atrapa las ideas como mariposas en el aire y las colecciona. Que no sabe escribir entre líneas porque para ella no hay espacio para los huecos vacíos.
Será eso, quizá viva en el Sueño.
Será eso, quizá viva en el Sueño.
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