sábado, 28 de agosto de 2010

» A propósito del Ser (música afiliada)


El rastro aromático de tu piel impregnada en almizcle me conduce hasta una avenida abarrotada de personas y desierta en cuanto a almas. ¡Qué perro el sentido que me trajo hasta aquí, disfrazado de falso amor! Qué vacío parece el mundo cuanto más lleno está, ¿verdad? Qué sensación tan extraña la de gritar tu deseo en medio de tanta gente, y que nadie tenga la decencia de levantar la cabeza para mirarte si quiera con extrañeza. "¡Miradme, soy el cuerpo que late sin corazón, aquel que respira sin necesidad de pulmones, la caja de música desprovista de melodía!". Cuán vana se me hace la realidad de mi existencia, ahora que la describo.

Una mirada, tan sólo una pido, da igual que su intención sea la de hacerme callar, y seré feliz si encuentro la felicidad, aunque de ojos ajenos deba tratarse.


miércoles, 25 de agosto de 2010

» De cuando quemábamos hormigas con una lupa


Cuando empecé a escribir me obcecaba en que todos mis capítulos tuvieran la misma extensión. Ocho páginas era la cifra, ni una palabra más. Si a la caprichosa Inspiración pubescente se le antojaba una noche volar incontenible sobre el papel, no me quedaba otra que cortarle las alas o encadenarla para que, como en el cuento del can ruso, pudiera ladrar, pero no llegar hasta el plato de alimento. Mi pobre musa tuvo que ceder a los antojos de su dueña y dominar su lengua para desvelarme alguna frase mágica que hiciera a los lectores otear la belleza, pero sin alargarse demasiado. Por aquel entonces a mi me venía al pairo aquello de la belleza, sólo me preocupaba que los muros de contención que se cernían sobre mi aún desprotegida villa, fueran suficientemente altos como para no rebasar mi maximus de ocho páginas. Si algún párrafo se excedía de mi límite me empeñaba en dejarlo cojo. Con el tiempo aprendí que no bastaba con eso: era inaceptable dejar inválido a un pobre párrafo inocente cuyo único pecado ya habrán supuesto cuál fue; no, era necesario remodelar toda su estructura a fin de que expresara aquello que había querido expresar desde un comienzo, pero, claro está, más escuetamente.

Pero, ¿y si por el contrario un capítulo no llegaba (ni por asomo) a esas ocho páginas? ¿Qué se debía hacer entonces? Bueno, lo que el sentido común hubiese dictado en tal caso seguramente hubiera sido dejarlo tal cual era, con todas sus virtudes y defectos encerradas en el diminuto frasco de su substancia. Pero mi pequeña y (todavía hoy) inexperta pluma, se cobijaba en la redundancia más empalagosa y enrevesada que mi mente era capaz de crear.

Y, señoras y señores, obviamente, ¿cuál era el resultado de todas éstas, mis pequeñas obsesiones? Hasta una musa amordazada podría responder a ello.

Tal vez por ese trato pasado mi pobre y maltrecha musa no me encandila con su presencia ahora, cuando más la necesito. Seguro que ahora la única inspiración que me aportaría sería un corte de mangas (bien merecido, de hecho) mientras me pregunto si estaré haciendo con mi vida lo mismo que a ella le hice: acortar lo que podía haber resultado maravilloso y alargar inecesariamente la insatisfacción.

domingo, 22 de agosto de 2010

» Melancolía de los presos de los versos


Marina, luz entre mis sombras, reclamo de mis sentidos. Tu recuerdo se revuelve en mi subconsciente hasta hacer estallar la puerta de mi memoria e inundar con su apacible marea cada uno de mis sueños y vigilias. Marina, incluso tu nombre acaricia mis oídos, y por un momento me ensimismo imaginando que tus rizos caoba caen por mi espalda mientras acercas tu primoroso rostro a la comisura de mis labios. Tu beso trae a mi piel una descarga cálida que primero percibo cerca de los labios, luego en la mejilla, y por último en la sien. Siento cómo tu nariz roza el cabello erizado de mi nuca al tiempo que tus manos juguetonas se deslizan palpando mi rostro y bajan hasta mi pecho haciendo escala en mi cuello e invitando a tu boca a él. Me susurras "háblame", y te hablo, "sígueme", y te sigo, "bésame", y te beso. Y pienso que sigo siendo un autómata entregado a tus antojos y deseos, aunque hayan pasados tantos años de soledad entre tu recuerdo y mi cadáver. Marina, ¿cómo olvidar tu piel de mármol o tu mirada de granito, dura como él pero al tiempo cálida como sólo tuya podía ser? ¿Cómo no desear despertarme todas las mañanas con tu sonrisa de cereza o las pecas de tu rostro cerca? ¿O con tus pestañas empapadas por las aguas que recorrían tu rostro con sendas plateadas? ¿Acaso pretendes que ignore que ya nunca más no las podré secar ? Marina, sólo tu calmabas mi sed, sin ti necesito de una estela que me guíe entre las olas de tu ausencia.

» Érase la grandiosidad del ser humano


Se encendió un cigarrillo y abrió la ventana de par en par como Dios la trajo al mundo. Abstraída, haciendo nubes de humo con los dos dedos en "v", observó desde aquella vigésimo tercera ratonera la selva cosmopolita que se extendía ante sus ojos, y se dio cuenta de que todo era gris.


La actividad ajetreada de los transeúntes se asemejaba a la de un hormiguero a punto de inundarse, sólo que en lugar de colaborar unos con otros en virtud del bienestar general, se disputaban el dominio de un taxi entre gritos e incoherencias, uno de tantos que circulaban por aquellos ríos de gravilla negra serpenteantes entre los edificios y en los cuales persiste matutinamente un alarido apabullante fruto de cientos de cláxones sonando al mismo compás. Los sobrios rascacielos se abrían paso entre el diminuto tumulto y el cielo como un puente de unión entre lo mundano y lo divino, el fracaso y el éxito… gigantes enfundados en trajes de acero y hormigón cuyo único cometido era esclavizar a generaciones enteras en pos de un renombre que los hiciera tan famosos como las pirámides de Gizeh. Y allí arriba, observando toda la porquería de la Creación, se hallaba el cielo Soberano engalanado en plata, dichoso hoy de escupir a los mortales que vivían bajo él.


“A short walk in the Light of the World with breaks for coffee and snacks”, rezaba un cartel publicitario con la imagen de uno de esos televisores con más definición que la vida misma.

lunes, 16 de agosto de 2010

» Janis Joplin

"Me siento tan inútil acá abajo, sin nadie a quien amar. A pesar que he buscado por todos lados, no puedo hallar a nadie que me ame, que sienta mi cariño..."

» Ernesto "Che" Guevara

"Sólo hay una cosa más grande que el amor a la libertad, el odio a quien te la quita."

domingo, 15 de agosto de 2010

» El contador de historias (II)


"Empecé a escribir a los once años, y me atrevería a decir que fue por mero aburrimiento. Siempre he considerado el arte como la necesitad de plasmar bellamente lo que nos rodea a fin de poder observar el mundo con renovados ojos, simplemente porque ya todo nos empezaba a parecer predecible y banal. Si a este hecho le sumamos el incansable afán del ser humano por expresar enteramente todo aquello que acontece en su alma ante los demás y ante sí mismo, hela aquí, la ocurrencia en forma de paraísos terrenales.

En realidad, creo recordar perfectamente que el motivo de que creara mis primeras líneas no fue otro que la búsqueda de una lectura que agradara al pequeño Lauro de por aquel entonces. Hacía apenas tres años que hube de dar el paso de sumergirme en mi primera lectura no obligatoria, y ya me encontraba insatisfecho en aquel mundo editorial. Tantas veces oí aquello de "si quieres que algo salga bien, has de hacerlo tu mismo" que la expresión me acosaba en sueños. Así pues, Lauro el Desencantado se lanzó sin pensarlo demasiado al mundo de la escritura creativa.

No habían pasado cinco años cuando comenzó a pensar que aquello no era lo suyo."

sábado, 7 de agosto de 2010

» Truman Capote

"Para mí, el mayor placer de la escritura no es el tema que se trate, sino la música que hacen las palabras."

» El entierro de Valdero

Alejo: Arranquemos el tejido sentimentaloide de nuestros corazones y la pureza de nuestras almas, de nada sirve llorar por lo que ya es muerto.

Madre: ¿Ya estamos otra vez con esas?

Alejo: ¡Claro que lo estoy, no es para menos! Si en vida este pobre hombre hubiese recibido un sólo tercio del cariño que ahora le damos probablemente en este momento estaría discutiendo con nosotros, y no en esa fosa fría y oscura. ¡A saber qué contemplarán ahora sus ojos!

Violeta: No contemplan nada, está muerto.

Madre: ¡Violeta, un respeto a los difuntos!

Violeta: ¿Por qué habría de tener respeto a un cuerpo sin alma? Ya no siente, no puede ofenderse; ni tampoco emocionarse con que le hagamos compañía en su último adiós.

Alejo: Seguro que desde la ultratumba nos está lanzando maldiciones, para lo que hacemos…. ¿Acaso unas cuantas lágrimas y unas sencillas palabras de misericordia sirven para compensar todo el daño cometido? No. Tendría que morir siete veces para estar en paz con sus semejantes, el pobre.

Madre: Y sin embargo aquí estamos, porque creemos en su perdón. Estoy segura de que allá donde esté encontrará la paz.

Violeta: Lejos de vosotros, cualquiera.

Alejo: No sólo nosotros, de todos en general. ¿Sabéis que? Pienso que si pudiera vernos no sentiría la más mínima emoción amable, sólo asco. Asco de contemplar la hipocresía del género humano, que lejos de dejar hueco al vació del difunto, lo invade hasta crear en nosotros una falsa imagen de él y de nosotros mismos. Él se cree querido, nosotros creemos quererlo… Más le valdría al pobre salir de esa tumba y enterrar a los vivos en su lugar, quizá solo así descubriríamos lo que es el verdadero amor.

miércoles, 4 de agosto de 2010

» El método argentino como poesía difusa


Abrumada de indiferencia, como aquel
que escucha la lluvia caer,
permanece el alma absorta en su pecado.
Escucha un eco lejano,
casi murmullo cuando traspasa la ventana;
voz queda, irascible,
ininteligible
en sus oídos.

Nadie llama a su teléfono.
Nadie en su puerta, nadie en su cama.
Carecen los que ya no sienten
o ahuyentan los que permanecen
al ente envolvente
de toda vida que se precie.

Derrochan ironía sus poros al contacto
con el Odio.
Respuestas a interrogantes superfluos
de la consciencia.
Líneas que,
sin expresar más que repugnancia hacia
un ser apenas ya existente, te enredan
hasta ser leídas.
Psicoanálisis del Árbol de la Vida.

martes, 3 de agosto de 2010

» Oscar Wilde

"A veces podemos pasarnos años sin vivir en absoluto, y de pronto toda nuestra vida se concentra en un solo instante."

» Cosquijazz


Paz. Sólo deseas paz. En todas esas ocasiones en las que era protocolario pedir un deseo soplar las velas de tu tarta de cumpleaños, ver una estrella fugaz cruzar el firmamento, arrojar una moneda al agua– ahora te encantaría cerrar los ojos y pedir solamente eso: paz. Anhelas un pasmoso equilibrio en el que cobijarte, en el que sentirte segura y satisfecha, en el que puedas alcanzar una plenitud que consiga hacerte sonreír. Pero es una meta imposible, un desvarío que tu mente representa como un punto perdido en medio de una inmensidad absoluta, tan cerca como para tentarte a conseguirlo pero demasiado lejos para alcanzarlo. La verdad es que ese punto no existe, y lo sabes. No hay nada en el vacío, ningún punto, ninguna luz, ninguna meta consecuente. Pero tú sigues deseando paz. No llorar una vez por semana, no huir de quien te quiere, no odiar tanto ni tan poco. Tu cabeza parece una pajarería, llena de cuervos que aletean encerrados en sus jaulas, afanosos por picotear tu pútrido cerebro a fin de hacerse con una pizca de razón. No hay tal, la fuente está ya seca. Pero tú sigues pidiendo peras al olmo y deseas esa paz que no acontece. O quizá unos brazos que te la den.